viernes, abril 14, 2006

VIERNES SANTO de mucho pan..

Suelo publicar siempre mis entradas para el blog un día después de que ocurren. Pero mañana estaré bastante ocupado, de modo que me tomo un poco de tiempo esta noche para contar lo que me pasó este día.

Viernes Santo... segundo de los días importantes de la Semana Santa. Hasta ahora he estado dando cuenta de atractivos que he estado visitando en la ciudad de Campeche. Pero para darle un giro a la historia, mi inseparable compañero, guía y anfitrión Iván González y yo decidimos lanzarnos a la aventura fuera de la ciudad con rumbo hacia el Camino Real, o sea la carretera que comunica a las ciudades de Campeche y Mérida a lo largo de dos horas y media de travesía.

En realidad a mí me habría gustado visitar cada uno de los pueblos de la zona: Tenabo, Pomuch, Hecelchakán, Calkiní y Bécal (donde traigo la idea de comprarme un sombrero panamá). Sin embargo nuestras posibilidades son más bien limitadas dado que no tenemos como desplazarnos en auto y mi anfitrión es más bien ignorante de como moverse fuera de la capital en autobús.

Algo temprano nos apersonamos en la carretera para intentar tomar un autobús de paso, pero ante la espera infructuosa decidimos elegir otra opción. Muy bien podíamos acudir a la central de autobuses y tomar un bus a Hecelchacán o la siguiente opción era tomar un taxi colectivo para dirigirnos a nuestro destino. Optamos por esta última opción. Así que cerca del mercado encontramos la estación de camionetas. Una hora después de estar esperando a que se llenara el vehículo (incluso me entretuve tomandole fotos a los vendedores que se acercaban al taxi para comerciar, entre ellos este viejo de paletas de la foto) y estar escuchando tambora salimos rumbo a Hecelchakán en una travesía más bien cansada (¡¡¡no más taxis, ever!!!), ahí visitaríamos a nuestro amigo Uriel y su novia.

Originalmente toda la península de Yucatán formaba parte del estado del mismo nombre, su capital era y es la ciudad de Mérida, sin embargo Campeche era el único puerto que existía para embarcar la producción del estado hacia EEUU, Europa y el resto de México y a su vez la única vía para recibir productos desde el exterior, por lo que el camino real que comunicaba a estas dos ciudades era uno de los más activos de la época.



Uno de los poblados que floreció gracias a este ir y venir de mercancías fue HECEL-CHAKÁN, cuyo nombre en maya significa algo así como "paraje de descanso" puesto que era el punto justo a mitad de camino donde los viajeros podían descansar para luego seguir su travesía hacia Campeche. El sitio cuenta con varios pozos naturales de agua. Destacan en el sitio los portales que son sede de las oficinas municipales y la iglesia parroquial, una de las más antiguas del estado y que destaca por el hecho de contar con dos campanarios, símbolo de la riqueza del pueblo. (Antiguamente los templos debían pagar un impuesto especial por cada torre que tuviera el edificio).



Uriel y su novia, nos hicieron el gran favor de llevarnos hasta la vecina población de Pomuch que es famosa por sus tradicionales panaderías donde aún se procesa este rico manjar por medios tradicionales. La plaza del lugar (a diferencia de Hecelchakánj) bullía de gente, si bien la mayor parte de las panaderías se encontraban cerradas por ser un día feriado pudimos acudir a LA HUACHITA una de las panaderías con más tiempo en la elaboración del producto (1896). Me sorprendió el hecho de que no hay panes pequeños en la tienda, sólo panes enormes que también tienen precios más caros de la habitual, sin embargo algunas piezas bien lo valen pues tienen una consistencia y sabor que dificilmente se consiguen en las panaderías de la ciudad donde todo se elabora con máquinas.

Estuvimos unos minutos en la plaza comiendo panes rellenos de queso y viendo el ir y venir de los pobladores congregados en el sitio. Desafortunadamente la plaza se encontraba en muy malas condiciones, derruida y con mucha basura, por lo cual no valía la pena hacer fotografías.

De regreso a Hecelchakán, decidimos echarnos la vuelta al museo que el INAH tiene en la localidad. La verdad tengo que confesar que no estaba enterado de la existencia de este museo así que cuando pude entrar (gratis, gracias a que soy profesor universitario) quedé fascinado con el contenido de la exhibición que aunque modesto y museográficamente hablando poco elaborado muestra verdaderos tesoros. Lo anterior gracias a que exhibe piezas traídas desde la célebre Isla de Jaina. Esta isla en las cosas de Campeche es uno de los sitios más ricos en restos arqueológicos, lo que la ha vuelto famosa a nivel mundial en el ámbito arqueológico ha sido la gran cantidad de figurillas de barro que se han recuperado del sitio. Las figurillas de Jaina, destacan por su delicadeza, expresividad (las figuras tienen trabajados detalles tan elaborados como los pliegues de la ropa, párpados e incluso las pupilas de los ojos ) y la riqueza de los detalles para representar aspectos como el rol que desempeñaban en la sociedad aquellos que quedaron inmortalizados en estas piezas. Para mí fue maravilloso poder observar tales figuritas.

El resto de la colección del pequeño museo la constituyen una serie de estelas traídas desde otros sitios cercanos. Lamentablemente no había guías y ninguna estela contenía información sobre lo que representaba. Pero de todas formas servían para hacerse buenas fotos.



Según me decía Iván, Hecelchakán es famoso por la cochinita pibil que se prepara en pozo a la manera tradicional. Me había prometido ricas tortas cuando llegaramos al pueblo, pero desafortunadamente por ser Viernes Santo no había tal manjar en los puestos. De modo que optamos por dar por terminada la visita y volver a Campeche... claro, esta vez en bus. JOE

P.D. Al ir camino de Campeche, el autobús hizo parada en Tenabo, donde pude observar desde la ventanilla la iglesia del lugar, al parecer también de las más antiguas del estado a juzgar por su estilo.